Instituto Nacional de
Inclusión Social Adolescente

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Este año la tallerista Gabriela Frontán ofreció un caballo al Centro Ituzaingó para realizar equitación y equinoterapia con los adolescentes. Siguiendo los principios de solidaridad y trabajo socioeducativo del Centro, la Dirección aceptó la propuesta y actualmente se trabaja diariamente de manera integral.

 

 “Empezamos trabajando con los principios básicos de equitación, con la monta independiente, que favorece el equilibrio y aumenta la autoestima, y en el tipo de población con la que trabajamos también los hace sentirse más libres, ya que el caballo te da libertad, autonomía, te enseña también a compartir y a mejorar como persona. 

Trabajamos en el vínculo con el caballo, el manejo, el cuidado y el mantenimiento del animal y sus espacios. Los adolescentes también entienden que es un ser que piensa, que siente, hablamos de sus hemisferios cerebrales, del estado emocional que puede tener, etc.
La idea principal es formar a los jóvenes en asistentes y auxiliares en equioterapia; más adelante tenemos previsto, siguiendo el lema del Centro Ituzaingó que es la solidaridad, poder ayudar a otras instituciones que necesiten de la equinoterapia, como por ejemplo INAU, que tiene parte de su población con discapacidad. Además los estamos formando para que el día de mañana puedan salir a competir a nivel deportivo en equitación.”

¿Se proyecta que jóvenes del Centro Ituzaingó puedan trabajar con chicos que necesiten equinoterapia?

Exactamente, y no solamente con personas con discapacidad, si no que se podría trabajar, como se está haciendo en Europa, que se utiliza la equinoterapia para el cuidado emocional por ejemplo de médicos y enfermeros ante la situación de pandemia, y los resultados son muy buenos. Está comprobado que el caballo libera estrés, que el contacto con él libera oxitocinas, que son neuromoduladores del sistema nervioso central.

¿Cuáles fueron las primeras reacciones de los adolescentes al ver el caballo y presentarles el taller?

Desde el principio hubo una muy buena aceptación, y una de las cosas que buscamos desde el taller es generar vínculos sanos. Hay adolescentes que ya habían tenido contacto con caballos, por ejemplo como tracción de carros, pero no manejaban la información suficiente sobre el cuidado del animal o por ejemplo qué se le puede dar de comer y qué no, por eso desde el taller tratamos también de reeducar eso.
Trabajamos también con una disciplina que se llama volteo, que consiste en hacer ejercicios de gimnasia sobre el lomo del caballo en una cuerda, y así trabajamos también el compañerismo, porque al tratarse de que uno tiene que subir y el otro bajar, hay que ayudar sí o sí al compañero.

¿Con qué frecuencia se realiza el taller?

Tres veces por semana, y los días que yo no vengo los adolescentes del Centro se encargan del cuidado, del manejo y de la alimentación del caballo, que son las primeras cosas que aprendieron y que además el día de mañana les puede brindar una salida laboral como por ejemplo ser peones en Maroñas, en haras, en centros hípicos, etc., no solo para cuidarlos si no por ejemplo también para varearlos (entrenarlos), por eso es importante que ellos aprendan a montar correctamente.

¿Cuántos adolescentes participan del taller?

Empezamos trabajando con los jóvenes que son de más confianza, que en este momento son siete, para posteriormente ampliar el taller e incluso posiblemente podamos traer un caballo más.

 

Desde la Dirección del Centro se destaca que el taller tiene que ver con la responsabilidad, la actitud y el amor hacia el otro, con un animal como el caballo, que ha sido fiel al hombre a lo largo de la historia, y que sin responsabilidad y amor el propio animal rechazaría a los adolescentes por instinto. De esta forma se continúa apostando a lo socioeducativo y en ello también la posibilidad de abrir este espacio al trabajo con población de otras instituciones que requieran equinoterapia.